Henche, la pequeña villa que enamora

Por Julio Martínez

No se encuentra entre las localidades más habitadas de Guadalajara. Pero quien la conoce, se enamora de ella. Las potencialidades históricas, naturales y monumentales del lugar lo convierten en un sitio único para pasar unos días. Nos referimos a Henche, una villa de 86 vecinos empadronados –según los últimos datos ofrecidos por el INE–, que, además, se encuentra emplazada muy cerca de enclaves de gran interés turístico. Entre ellos, el embalse de Entrepeñas, Cifuentes o la necrópolis visigoda de Gualda, compuesta por una treintena de enterramientos antropomorfos con un buen estado de conservación. ¡Todo un lujo!

Pero Henche también presenta con una gran variedad de atractivos propios. Entre ellos, su herencia bajomedieval. “El lugar ya pertenecía al Señorío y Tierras de Atienza en el siglo XV, pasando posteriormente a pertenecer al Señorío cifontino”, confirman fuentes consistoriales, en base a los documentos y legajos de la época. Su amplia tradición histórica se ha reflejado en la denominación de la localidad. “El nombre le viene desde el siglo XV, en el que en un caballero francés –llamado Dhanche– se asentó en el pueblo, apelativo que acabó convirtiéndose en «Henche» al traducirse al castellano”, confirman los especialistas.

Esta trayectoria histórica también ha dejado muestras en las calles del pueblo. Incluso, anteriores a las primeras referencias documentales del mismo. Entre ellas, la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, uno de los principales monumentos de la localidad. “Situada en la parte alta del caserío, data del siglo XIII y era el primitivo santuario de San Bartolomé, patrón del pueblo”, describen los especialistas. Según confirma el cronista provincial de Guadalajara, Antonio Herrera Casado, este templo era románico, estilo del que –aún hoy– se distinguen el ábside y el acceso principal.

De igual forma, sorprende la belleza del artesonado original románico y del coro, realizado con madera tallada y policromía. Además, este santuario “posee una pila de agua bendita gótica –con arcos y bolas como decoración–, y una magnífica pila bautismal mozárabe, anterior al siglo XII”, explican los historiadores. Por tanto, la antigüedad del complejo es evidente.

Sin embargo, en el siglo XV, el monumento se amplió, construyéndose una cúpula con artesanado mudéjar de forma octogonal encima del altar mayor. Y en el lado opuesto, durante el siglo XVI, se levantó la espadaña, que se constituye como una de las señas de identidad del espacio. De igual forma, el templo alberga interesantes tallas –casi todas barrocas–, entre las que destaca la imagen de Nuestra Señora de la Asunción, titular de la parroquia.

Una riqueza variada

Más allá de la iglesia principal, existen otros vestigios del Medioevo en los alrededores. Uno de los más importantes se trata del puente que se encuentra en una de las salidas del casco urbano. “Se encuentra en el Parque del Pradillo y formó parte del camino que se utilizaba desde Madrid a Trillo para ir a los Reales Baños de Carlos III”, explican desde el Ayuntamiento.

Posteriores en el tiempo son las ermitas de la localidad, aunque también poseen una herencia histórica evidente. En primer lugar, se ha de mencionar la de San Bartolomé, que se define por el barroquismo de sus formas y en cuyas dependencias se celebra una romería el primer sábado de junio. Se trata de un edificio del siglo XVI situado en el despoblado de Majanares. La puerta tiene un arco de medio punto con dovelas. Desde el 3 de julio de 1994, los visitantes cuentan con la oportunidad de disfrutar de una “acertada restauración” del complejo, que recuperó sus valores monumentales originales.

Asimismo, se ha de hacer referencia al santuario de San Roque, que se constituye como “un pequeño edificio de construcción en piedra de sillería de planta cuadrada. Sobre el muro sur se alza un porche con dos columnas, una de ellas casi tapada por un murete, así como la puerta de acceso al interior de la ermita”.

Pero el legado religioso no finaliza aquí. Junto a ésta última ermita –la de San Roque– se puede tomar el camino que conecta Henche con Trillo. Es la calzada que adopta dirección Este y, que en su discurrir, pasa cerca de los restos del antiguo calvario de la localidad, un monumento con años de historia a sus espaldas, del que –aún hoy– se pueden observar algunos de sus vestigios.

Incluso, los visitantes más avezados, tienen la oportunidad de conocer edificios civiles de interés. Más concretamente, el antiguo «Molino aceitero–almazara». “Se alza como un complejo de 1752 y en el que sus propietarios extraían el aceite para su propio consumo. Actualmente, se encuentra pendiente de rehabilitación”, confirman fuentes municipales.

La importancia de la naturaleza

Además, en los alrededores de la localidad se suceden los recursos naturales de primer orden. Henche se asienta en un vallejo, muy cerca de un regato, que resguarda a la villa de las inclemencias –tanto invernales como estivales–. “La población se asienta en el arroyo de la Vega, un valle pequeño que discurre entre Solanillos del Extremo y Gualda”, confirman desde «Caminos de Guadalajara».

El pueblo recibe al caminante con una sucesión de huertos y vides, que facilitan la producción vitivinícola en las diferentes las bodegas existentes a la entrada del mismo. De hecho, la tradición vinatera del lugar ha facilitado la apertura –en 2021– de un museo sobre el desarrollo de esta actividad en el municipio. Pero la variedad florística del entorno se ve incrementada si el visitante accede desde la meseta alcarreña, distinguiéndose –durante la bajada– carrascas, olivos y monte bajo, que va perdiendo altura a medida que se aproxima a la cuenca del Tajo.

Pero uno de los elementos ambientales más curiosos tiene que ver con la geología. Se trata de la «Covacha de la Mora». “Se encuentra en una colina a la entrada de Henche y, según consta en los archivos municipales, esta cueva sirvió como vivienda. En la misma se distinguen grabados en sus paredes”, confirman investigadores.

Una estampa que permite disfrutar del senderismo. “Desde la «Fuente del Cenacho» podemos llegar por una senda que bordea la planicie hasta el paraje de la Era Alta. Allí nos espera una cruz de madera que preside una bella vista del pueblo y de todo su entorno”, aseguran desde el Ayuntamiento. Además, existen otras alternativas para conocer caminando el término municipal, como la RCGU-24, hacia la ermita de San Bartolomé; la RCGU-74, La fuente del Colmenar; o la RCGU-86: por el camino de las Tainas.

Por tanto, Henche es un ejemplo de cómo con sólo 86 habitantes se puede ofrecer una gran multiplicidad de alternativas al visitante. Unas opciones que van desde paisajes alcarreños incomparables –en los que se mezcla el valle con la meseta– a monumentos con siglos de historia, pasando –además– por diversas rutas de senderismo. Estas alternativas permitirán conocer –a pie– los ecosistemas del lugar. Unos elementos que, sin duda, enamorarán al viajero.

Bibliografía
HERRERA CASADO, Antonio. «Guadalajara entera. Diez rutas para conocerla». Guadalajara: Ediciones AACHE, 1999.